
Caminan a veces en forma pausada y a veces no tan pausadamente, descalzos y con sus vasijas al frente. Esta es la hora en que salen a recolectar sus alimentos para el día.
Se supone que deben vivir de la caridad y en la antigüedad me platicaba una tailandesa, tenían que ir tocando de puerta en puerta mendigando por el alimento, ya que el budismo llevado correctamente es totalmente opuesto al materialismo. Los monjes no deben manejar dinero en su día a día.
Con el tiempo todo se ha ido deformando y como toda religión, aunque esta parezca más espiritual que otras, ya ha perdido mucho. Se ha convertido en otra religión enfocada al dinero y el negocio.
Me mencionaba una amiga tailandesa que ellos los budistas están desilusionados de lo que ha sucedido con su religión en los últimos anos.

Yo vivo a solo unas cuadras de un mercado con sus típicos puestos sobre las banquetas o aceras. Estos puestos a estas horas de la mañana tienen un encanto un tanto diferente. La gente esta fresca y como recién comienza la actividad, se puede observar como van preparando sus anafres, estufas y demás utensilios requeridos para la elaboración de alimentos.
La mayoría de las personas muestran una especie de condescendencia y espiritualidad para con estos monjes que salen a recibir sus alimentos. Yo he salido tres veces a observar este fenómeno y esta ultima semana en que tuvimos de visita a nuestros buenos y queridos amigos Charo y Darío, al igual que hice con Adriana, me los lleve a ver este espectáculo. En esta ocasión si tome las fotos que he deseado tomar desde que llegué y que sentía incomodarían a estos monjes. Efectivamente no fue muy fácil hacerlo porque a la mayoría no les gusta. Además de eso, se están moviendo constantemente. Mientras esto ocurre, muchas personas se arrodillan a recibir bendiciones.

En su vestir nunca hay notoria diferencia, aunque en sus vasijas si pues notas la diferencia en “calidades” entre ellas. Si los encuentras a otras horas del día, siempre llevan sandalias aunque a esas horas tempranas ninguno las lleva.
También me contaban con tristeza que parece que algunos de estos que yo supondría monjes, pueden no serlo. Se disfrazan para mendigar y les es más sencillo porque ahora está organizado cerca de mercados o comercios.
Lo único que me hace pensar que el espectáculo que yo tengo donde vivo no esta infiltrado por estos falsos monjes, es que vivo en un barrio muy tailandés, además de que con tres veces que he observado esto, he reconocido la mayoría de sus caras.
Por ejemplo, hay un hombre mayor que aparece en algunas de las fotos y que se para siempre junto al mismo puesto. Esto es en la entrada del mercado y en medio de lo que seria la banqueta o acera donde se montan estos puestos callejeros.
No cuesta mucho llegar a la conclusión de que es el monje más importante de estos que salen a recolectar por aquí. Su actitud siempre es vigilante y no confiada, no como algún otro monje en el que solo se ve una cara placida sin preocupaciones de vigilar nada que no sea su propio ser. Este monje mayor y otro, son los que reparten a mansalva bendiciones a quien se los solicita.
Este día fue algo diferente a otros porque fue el festival de comida vegetariana, entonces se veía en uno de los puestos ya preparados platos con alimentos para comprarlos y evitar el problema de pensar que regalar a monjes u otras personas.

Normalmente estos alimentos los sirven en bolsas o utensilios de plástico para facilitar su transporte. Los monjes lo van poniendo todo en sus vasijas que tienen tapa.
Yo en una ocasión compre algo de fruta y la regale a alguno de ellos, pero como se me terminó y me encontré con otro monje a mi lado poniendo cara de dame algo, saque un billete que no despreció. Esto sucedió la primera vez que salí a verlos. Además de ser mi primera salida, también fue mi primera desilusión.
Mientras estos monjes no gustaban mucho de mis fotos, las personas del mercado que comenzaban a elaborar sus alimentos, hasta disfrutaron posando para éstas.
Como toda ciudad mundana y cosmopolita, no faltan aquellos transeúntes que solo pasan y ni se detienen a mirar a sus monjes.
Pero esta vez también tuvimos la suerte de ver una familia de tres miembros que se pararon en una esquina a esperar algo en especial. Se mantuvieron en firmes por un buen rato, pero finalmente ya no vimos el porqué.
Parece mentira pero a estas tempranas horas de la mañana las peluquerías ya están alisando el cabello de alguna mujer. Aquí las tailandesas en su gran mayoría llevan el cabello mas lacio de lo que lo tienen y acuden al salón de belleza con mucha frecuencia.
Finalmente observar este espectáculo a esta hora madrugadora, es interesante y vale la pena.