Nuestra experiencia comienza con la salida de Bangkok. Como este lugar no es muy conocido por el turismo no tailandés, las instrucciones para hacer esta excursión son algo confusas. Además de que la tailandesa que nos lo recomendó es la novia de nuestro hijo y como va a todos lados en coche no usa transporte colectivo para ir cerca de Bangkok por lo que difícilmente puede aconsejar sobre como hacerlo de esa manera. La forma en que nos comportamos las personas cuando nos encontramos viviendo en nuestra propia cultura, muchas veces no nos deja pensar en la confusión que podemos generar si no damos instrucciones precisas. En ninguna guía encontramos una buena explicación para llegar aquí de manera que en verdad nos lanzamos a la aventura.
Sólo el encontrar el lugar para subirse al autobús que nos acercara a nuestro destino ya lo fue pues resulta que hay dos estaciones de autobuses en Bangkok para el abordaje de autobuses que van al sur, una antigua y otra nueva. Además tienen por nombre palabras casi idénticas y están muy cercanas entre sí. Todo mundo en Bangkok conoce la antigua que es realmente de país tercermundista aunque rebosante de gente, pero sólo unos cuantos conocen la nueva que parece un aeropuerto y que por lo mismo se encuentra un tanto desolada.
Como el paseo lo planeamos con una amiga francesa (que habla menos tai que nosotros), quedamos de vernos en la supuesta única estación. Resultado de esto es que nosotros llegamos a la nueva y ella a la vieja. Después de hacer varias llamadas a nuestros teléfonos móviles y tratando de encontrarnos cuando al parecer lo que ella veía no era lo mismo que lo que nosotros, es que llegamos a la conclusión de que existían dos estaciones.
Decidimos ir a la vieja estación en amabilidad a ella que venía sola, para que luego el autobús que tomamos allí, nos regresara a la nueva donde hace parada igualmente.
Después de casi dos horas de viaje porque el chofer conducía muy despacio e hizo varias paradas, llegamos a Samut Songkhram.
Ésta es a primera vista, una ciudad cualquiera en Tailandia pero eso si, con algo increíblemente raro, un mercado que se instala encima de una vía de tren que está en operación. Dicen que el tren pasa como 8 veces al día de manera que estos mercaderes quitan y ponen su mercancía para permitir su paso. Nosotros no tuvimos la suerte de que el tren pasara, ya que esto lo vimos al regreso de Ampawa, pero nuestro hijo que fue unas semanas antes con su novia, nos comentó lo divertido que es cuando te toca verlo. A propósito de esto, me llegó un video por Internet de estos que todo mundo mandamos en donde se puede ver el desmadre que se origina cuando el tren pasa por el ¨mercado¨, pero con el grave error de que dice que se encuentra en Bangkok.
Continuamos en un camioncito abierto hasta Ampawa, pero como no llevábamos ninguna reservación comenzamos a preguntar y buscar algún guest house u hotel pequeño (no hay otros).
Siendo este un paseo muy local, la gente sabe exactamente lo que quiere hacer y ver, por lo que ya no pudimos encontrar lugar en el hotelito más simpático del lugar.
Preguntando llegamos a un sitio que nunca estuvimos seguros de que era, parecían familia en su casa de fin de semana, pero a la vez, también por la noche desde nuestro guest house justo enfrente, parecía restaurante la parte que daba al río. Cruzamos la casa o lo que fuera para sentarnos en el muelle y esperar con toda paciencia (tal y como se hace siempre por aquí), a que se pusieran de acuerdo en donde nos instalarían. Claro que mientras esto ocurría, los tailandeses siempre te invitan a sentarte y compartir lo que estén bebiendo o comiendo en ese momento.
Finalmente nos atravesaron el angosto canal, uno por uno en una especie de canoa inestable, quedando instalados en un guest house.
Fue divertido ver lo serio que se tomaban todo este proceso y lo mal que nosotros negociamos el precio de dos cuartos muy típicos con sus colchonetas en el suelo y casi sin mobiliario como se acostumbra aquí. Desde luego que sin baño privado, aunque no lo consideramos gran problema porque los baños se encuentran casi siempre muy limpios como suele ser todo en este país en general.
Aquí pudimos experimentar desde nuestra llegada el ambiente bien tailandés y al igual que en mi meditación, la vida muy asiática.
Aunque los tailandeses siempre se distinguen por su amabilidad, en este lugar se destacó esta hospitalidad. Siempre prontos a ayudar, a tratar de comprenderte en lo que puedan.
Caminas por estos pequeños muelles que desembocan a casas, tiendas, restaurantes para observar tantas cosas interesantes que no es posible describirlas exactamente como las percibí en el momento. La gente vive en casas tailandesas al estilo antiguo y tradicional. En lugares como este (y aun en algunos sitios en Bangkok), las fachadas suelen ser solo puertas que se abren por completo mostrando todo y se cierran igualmente. Todo de madera obscura, con techos inclinados. En general estas casas son estancias grandes en las que tienen puestos tatamis (sillones de suelo), colchonetas y cojines en el suelo. Incluso mesas bajas para comer sentado en el suelo. A diferencia de otras culturas como la mexicana, los tailandeses no guisan dentro de sus casas. Normalmente todo se cocina a la intemperie y por eso mismo no huelen mal las casas y corren menos riesgo de incendiarse. Claro que el buen clima invita a ello. Aún en Bangkok algunas veces no se encuentran departamentos con cocina integrada porque ellos ponen anafres y estufas en balcones o áreas abiertas. Más difícil aún encontrar cocinas con horno por lo que los extranjeros acabamos en lugares construidos o adaptados para tener las cocinas un poco al estilo occidental.
La gente aquí en Ampawa hace la vida de cara al río. Pescan, nadan, se lavan, tiran los desperdicios orgánicos, limpian sus cosas y demás en estos canales que se ven muy limpios a diferencia de la mayoría de los que existen en Bangkok. Por la mañana la vida comienza tarde pues es lugar de fin de semana y la gente se va a dormir muy noche.
Ya por la tarde se va llenando de gente por todos lados y sobre todo en el mercado. Este mercado flotante es uno de los famosos por conservarse muy autentico, exponiendo sus increíbles comestibles y cosas de todos tipo. Descubrimos en él nuevos postres y comidas como nos sucede con frecuencia cuando nos movemos por Tailandia por la gran variedad de alimentos y su elaboración.
La única comida que hicimos, fue en un restaurante muy sencillo en el que por no entendernos bien, tuvimos que ponernos de pié y señalar con el dedo lo que queríamos. No resultó exactamente lo esperado pero nos gustó. Nuestra amiga lo tuvo más complicado porque es vegetariana y con más manías para comer que nosotros.
Por la tarde comienzan a llegar las lanchas con sus mercancías. Los alimentos que venden en estas lanchas se antojan mucho más que lo que comimos o veíamos en restaurantes. Lo malo es que no sabemos comer como los tailandeses que están dispuestos a hacerlo sentados en cualquier escalón, rincón, o hasta de pie lo hacen (hay que admitir que en México esto es también bastante frecuente).
Cuando ya entra la noche, es casi obligación tomar una lancha para ir a ver luciérnagas, pues el lugar es famoso por la abundancia de éstos insectos y precisamente se llena de gente en los días que tienen noches sin luna que permiten observar mejor el espectáculo.
Contratamos una lancha en el guest house y nos subimos con un montón de gente. Lanchas y más lanchas saliendo hacia el río para ver a los insectos luminosos.
Como todo en estos tiempos, somos demasiada gente queriendo ver lo mismo por lo que se vuelve difícil hacer cosas con poca o nada de gente, es decir, se pierde un poco el sentimiento de descubridor del que disfrutamos en México por tantos años.
Tarda bastante la lancha y aunque resultó un poco pesado valió la pena. De repente comienzas a ver árboles en los que hay tantas luciérnagas que dirías que les han puesto focos intermitentes. Curiosamente los insectos en cuestión, al estar todos juntos en los árboles se sincronizan para encenderse y apagarse, lo cual, al menos para nosotros daba una cierta impresión de falta de naturalidad. Laurence nuestra amiga por un momento empezó a decir que eran focos y que nos tomaban el pelo. Pero no es así, son luciérnagas y lo que pasa es que ya nos hemos acostumbrado a pensar que siempre alguien nos quiere engañar. Los árboles parecen arbolitos navideños con luces intermitentes. Después de alrededor de dos horas de paseo acuático, regresamos satisfechos de haber visto el espectáculo. Desde luego que las explicaciones de dos horas en lancha solo eran en tai, por lo que si no hubiera sido por la amabilidad de dos jovencitas tais que como siempre y en su gran mayoría están prontas a ayudar sin siquiera pedirlo, viendo que éramos los únicos tres no asiáticos en la lancha, comenzaron a traducirnos algunas de las explicaciones. Como siempre y a pesar de ser repetitiva quiero destacar que lo mas bonito de este país, es su gente.
Fue un fin de semana encantador y sobre todo por ver costumbres mas autenticas que las que se ven en una ciudad, que aun siendo muy tai, ya es muy cosmopolita, esto casi siempre sinónimo de demasiadas cosas iguales entre unas ciudades y otras.
Sanuk
1 comentario:
Les dejo un profundo deseo de paz interior,
energia y amor para estas fiestas.
Aprovechemos estos momentos de reflexiòn para
agradecer todo lo que tenemos.
Compartamos y ayudemos al que sufre.
Los abrazo con mi afecto de siempre.
MentesSueltas
PD: hermosa nota, amo ese pais, algun dia cumplire mi sueño.
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